La euforia del imprevisible profesor Bacterio por el invento de la “elasticina”, un producto que vuelve elástico todo cuanto toca, desaparece rápidamente al comprobar que ha desaparecido de su laboratorio. El Superintendente Vicente encarga el caso a Mortadelo y Filemón, que tienen así sobradas ocasiones de comprobar la imprevisible y elástica transformación de los más variados objetos: vigas de acero, sillas de ruedas, camillas para enfermos... hasta la propia sede de la T.I.A. queda elásticamente destrozada por culpa del dichoso invento.