Al descubrir un local donde unos matones están almacenando queso de contrabando, los Intocables corren en busca de una orden de registro. Pero al llegar al juzgado, una secretaria de preciosos ojos les informa de que el juez no puede firmar ninguna orden antes de desayunar. Naturalmente, ésto causa la desesperación de Gordon, que no deja de pensar en comer tras haberse pasado toda la noche de vigilancia. Una vez que el juez les da la orden, los Intocables salen disparados hacia el almacén. Cuando entran en el mismo, se encuentran con una desagradable sorpresa: una bomba de la que, afortunadamente, salen ilesos gracias al blindaje del Armstrong 326. Los Intocables llegan a la conclusión de que los gángsters sólo han podido ser avisados por el juez, y encomiendan a Gordon la misión de seguirle día y noche. Así, Gordon, siguiendo al juez, llega hasta el Catton Club, donde actúa un extraño mago llamado el gran Moussini. Los hipnotizadores ojos del mago terminan invadiendo la