En el Cabo de Gata apenas quedan tres barcos de pesca de los quince que hubo no hace tanto tiempo, cuando este sector daba de comer a más de 300 familias. Poco a poco las embarcaciones se han ido quedando en tierra. La falta de capturas, la competencia con los grandes pesqueros y unas normas que no siempre ayudan han ido poniendo en jaque a estos pescadores, que tampoco han encontrado un relevo entre los más jóvenes.
La pesca artesanal, repartida a lo largo de toda la costa, representa un 60% de la flota pesquera y la incerteza sobre su futuro hace tiempo que pesa sobre ellos.
Ante esta situación surgen algunas iniciativas que piden una gestión de los recursos pesqueros, en el que estén representados la administración, ecologistas, científicos y los pescadores. En algunas pesquerías este modelo ya ha empezado a dar sus frutos.