La Belle Époque donostiarra surge a finales del siglo XIX, cuando la reina regente María Cristina de Habsburgo-Lorena traslada los veraneos de la corte a San Sebastián. Aquí, en un enclave privilegiado con vistas a la bahía de la Concha, y rodeando la residencia real, están los jardines de Miramar, diseñados por el francés Pierre Ducasse y donde destacan un arbolado de gran porte y enormes espacios abiertos que siempre buscan el mar. Otro buque insignia de la misma época es el parque de Cristina Enea, antigua casa de campo de los Duques de Mandas: un espectacular espacio de aire romántico, hoy ejemplo de sostenibilidad medioambiental y que alojó a los políticos más importantes del momento. Dos jardines llenos de historia que nos cuentan la época en que Donosti comenzó a traer el glamour a sus costas.