El jardín de La Isla fue uno de los principales espacios de ocio de la burguesía gijonesa de finales del siglo XIX. Su creador, Florencio Valdés, convirtió unos terrenos a orillas del río Peñafrancia en un paraíso vegetal, poblado por una gran variedad de especies de flora atlántica. Caminos sinuosos recorren el jardín, de estilo romántico, bordeando acequias y estanques y ofreciendo vistas a enormes praderas moteadas de árboles centenarios. Fueron muchas las personalidades del Gijón decimonónico que visitaron La Isla, pero no solo estuvo abierta a intelectuales, artistas o políticos. Florencio Valdés quiso compartir su creación más querida y personal con todo aquel que quisiera visitarla. Tras su muerte, sus descendientes mantuvieron y cuidaron la finca, que con la llegada del nuevo siglo, se convirtió en el germen del Jardín Botánico Atlán