En la región de Araucanía, al sur de Chile, los mapuches viven bordeando la delgada línea que separa la tensión latente y el conflicto abierto con el Estado, la tradición que ha mantenido unida a la comunidad y los señuelos de la modernidad. Una frontera invisible que también separa identidades: una antigua de la que se sienten orgullosos, la de ser mapuche, y otra en la que no se reconocen y que contemplan con recelo, la de ser chileno.