En Culiacán, capital del estado mexicano de Sinaloa, el mundo del narcotráfico está tan entreverado con la vida cotidiana que a duras penas se sabe dónde acaba una cosa y empieza la otra: los culiacanenses adoran como a un santo al legendario bandido Jesús Malverde, los populares narcocorridos exaltan las hazañas de los grandes capos y algunos agricultores prefieren cultivar marihuana a tomates. Y se vive. Entre violencia y crímenes, pero se vive… Con la bendición de Malverde, por supuesto.