A mediados del siglo XVIII, cuando estos se construyeron, la actividad manufacturera más extendida en España era, sin duda, la trituración del trigo. Se calcula que había entonces, como poco, unos cincuenta mil molinos harineros en nuestro país, que contribuyeron al crecimiento económico y permitieron, con un discreto aumento demográfico, concluir la centuria con unos once millones de habitantes. En el siglo XX repartieron pan y peces, tencas, y fueron, poco a poco, integrándose en el paisaje como una letra más, mientras se borraban caminos y memoria, y las aves hacían de la presa su hábitat.