Era solo una niña de 12 años cuando la intolerancia nazi la obligó a convertirse en una mujer. Sara y su familia se vieron obligados a trasladarse al gueto de Lodz. Allí debió trabajar y asumir roles para los que no estaba preparada. La ilusión de la niñez quedó ensombrecida frente a la crudeza de intentar sobrevivir.