Nuestra historiografía fundacional, aquella que desarrolló los primeros grandes relatos sobre nuestra experiencia colectiva, no le otorgaró a este suceso la importancia que luego sí se le asignó. Lo cierto es que el recuerdo escolar, que afluye una y otra vez –sobre todo a quien tiene un poco más de treinta años–, no estaba errado. Sin mayores dificultades, se pueden encontrar los libros de texto que articulaban esa memoria pública para infantes que tanto acento ponía en ese acontecimiento. La misma comprobación surge de las páginas de Billiken y también recorriendo algunas películas históricas argentinas.Basta con que nos traslademos a Jujuy para comprobar que allí no hay mayores dudas sobre la existencia del éxodo: placas conmemorativas, pinturas, esculturas, murales, nombres de calles, escuelas y plazas. No obstante, el capítulo rescata la memoria de los habitantes actuales de la provincia respecto de ese suceso. No con el afán de señalar los olvidos y errores, sino para reconocer e