El caos reina en la Cantina de los Gladiadores. Inertia está enferma y los huéspedes hambrientos y sedientos protestan porque nadie les atiende. Inertia intenta encontrar una sustituta temporal, pero todas las chicas de la ciudad están ocupadas en ese momento. Desesperada, Inercia hace algo que jamás haría en circunstancias normales, por el bien del negocio: llama a su anciana madre, Tempesta, que ocupa inmediatamente su puesto tras el mostrador y se trae algunas amigas para que le echen una mano. La anciana resulta ser todo un personaje. Es muy resuelta y no muestra un ápice de compasión con quienes la llaman vieja bruja, que es lo que parece. A Tempesta no le gusta que los jóvenes gladiadores se mofen de los ancianos. A través de sus recuerdos ilustrados, les hace entender que los ancianos también fueron jóvenes, lo que hace ver a Fracas que su juventud y belleza terminarán algún día. La idea le aterra, pero Tempesta y sus amigas son una prueba viviente de que el otoño de la vida tie