Cuando la investigación sufre un parón, Imma y Calogiuri descubren que los lugares donde se encontraron los pedazos de la pobre Aida conducen de alguna manera a Saverio Romaniello, un benefactor que, entre los muchas actividades, también dirige la organización sin ánimo de lucro donde Nunzia, la mujer que perdió un dedo, trabaja como peón. Imma interroga a Romaniello pero el hombre, con su manera amable y confiada, responde que no tiene nada que ver con el asesinato y desmembramiento de la pobre niña marroquí. Parece que el caso debería quedar sin resolver, pero la fiscal podrá llegar a la verdad gracias a su memoria prodigiosa que todo el mundo conoce. Incluso los delincuentes.