Lucas fue sorprendido por la policía cuando iba a pintar un vagón de tren. El susto, el disgusto de sus padres, y también la multa que le impusieron hicieron que reflexionara sobre el lugar donde estaba haciendo sus pintadas. Hoy pinta comercios, domicilios e imparte talleres de graffiti a chavales con dificultades: “al hacerlo “legal” me di cuenta de que algo que no reconocía nadie pasaba a darme prestigio social. Ahora puedo decirle a todo el mundo que soy graffitero, y me siento orgulloso”. Como Lucas son muchos los “escritores” de graffiti que comienzan pintando sin permiso, y eso es lo que más problemas de convivencia genera: “El problema es el graffiti ilegal, ese que te pintarrajea las paredes, las puertas y los portales, que convierte el barrio en un lugar marginal”; es la denuncia de Jordi Gordon, portavoz de la plataforma SOS Malasaña, que intenta llamar la atención de las autoridades de Madrid para que pongan coto a esta práctica. Más sanciones o aumentar las brigadas de lim