Desde que se interrumpió el tráfico ferroviario entre España y Francia a través del túnel del Somport, debido al hundimiento de un puente en l’Estanguet (Francia), el edificio que albergaba la aduana, y los servicios de la estación ferroviaria de Canfranc, había caído en el olvido. Poco a poco, se deterioró de forma irremediable. Al mismo tiempo, se convirtió en un icono de la apuesta por el futuro a principios del siglo XX, y en testigo silencioso de la entrada de oro robado en los campos de exterminio a cambio de wolframio. Junto a ese recuerdo, también permanece el de tantas personas que cruzaron por aquí, salvando sus vidas del holocausto nazi. Todo ello ha contribuido a convertir este enclave de los Pirineos oscenses en un retazo del pasado que permanecía silencioso hasta ahora. Con la reforma de la estación y su nuevo uso como hotel, Canfranc ha dado un nuevo impulso a su econo