A veces me encuentro un “sin techo” cuando entro en el cajero de mi barrio. Es amable. Pero trato de acelerar y evitarlo para no incomodarle a él o a mí mismo. No tengo ni idea de su nombre o de su historia. El fenómeno de la gente que duerme en la calle se ignora en las grandes capitales y quizás más en mi ciudad, Barcelona, en pleno éxito turístico y donde todos tenemos mucha prisa.