Que el grafiti está consiguiendo, por méritos propios, limpiar su imagen y que hasta los más puristas elogien este arte eminentemente callejero, no es una novedad. Que se conozca cada vez más el trabajo de muchos grafiteros, que algunos se conviertan en auténticas estrellas, y que unos pocos lleguen a exponer en galerías de arte, tampoco es ya una novedad. Lo que si es una novedad, es que un párroco decida ponerse en contacto con dos artistas callejeros para que decoren, a golpe de aerosol, el ábside de su iglesia. 30/05