Aparentemente, construir ciudades es un monopolio exclusivo de las civilizaciones humanas. sin embargo, mucho antes que nosotros, son muchas las comunidades animales que han sido capaces de erigir infraestructuras, en ocasiones, igual de complejas que las nuestras. No obstante, las ciudades de los animales constructores se integran plenamente en su entorno, y cooperan con él, en lugar de destruirlo. Son hábitats que nos recuerdan a las viviendas de protección oficial, o incluso a las grandes capitales. Hay cuatro especies que ilustran a la perfección el urbanismo animal: bocón de cabeza amarilla, tejedor republicano, rata topo desnuda y hormiga cortadora de hojas. Evolucionan en medios muy distintos, y las sofisticadas estructuras que construyen dan respuesta a sus necesidades y ambiciones. Nos van a demostrar que es posible colaborar con la naturaleza, habitar en ella y crear una sociedad.