Los templos de Angkor, vestigios del antiguo imperio jemer, simbolizan el pasado glorioso de Camboya. Pero el viejo esplendor de esta mítica ciudad perdida, convertida en uno de los mayores atractivos turísticos de Asia, queda demasiado lejos en la memoria colectiva. Y a lo largo de las últimas décadas sus piedras han sido testigos de una interminable tragedia. Siete lustros atrás, el contagio de los combates en Vietnam inició una larga espiral de violencia política. Durante cinco años Camboya vivió el tormento de una guerra civil, patrocinada por Estados Unidos, cuyos bombarderos no lograron impedir el triunfo de los jemeres rojos, una guerrilla comunista apoyada por China. Y el mundo, que contempló aquel conflicto como otra lucha entre David y Goliat, saludó esperanzado la llegada de la paz en abril de 1975. Nadie sospechó entonces que, con el final de la guerra, iba a comenzar uno de los periodos más trágicos y políticamente más oscuros en la historia del siglo XX. Porque Pol Pot y