El movimiento de las cittaslow, o ciudades lentas, nació al abrigo de una revisión de la cultura de consumismo voraz, de los ritmos diabólicos de producción económica y agrícola y de una vida acelerada hacia ninguna parte. Fueron varias las ciudades en nuestro país como Begur, Bigastro, Lekeitio, Mungía, Pals o Rubielos de Mora que apostaron decididamente por una agricultura, consumo y transporte de proximidad, una vida sostenible en tiempos y procesos personales, laborales y económicos. Uno de los requisitos era no superar los 50.000 habitantes. Pero, ¿qué podían hacer las grandes urbes como Madrid para incorporarse a la filosofía slow? ¿Podrían los urbanitas superar la vorágine y vivir de una forma más lenta? Hemos encontrado distintos oasis de tiempo entre la furia vertiginosa de Madrid.Existen oficios reposados, talleres de formación laboral y experiencias artísticas que exigen una nueva dimensión del tiempo, necesitan una demora de la realidad. El Taller de Obras de Artesanía y Re