Hasta hace 500 años, en todas las montañas de la Península Ibérica campaba a sus anchas uno de los mamíferos más impresionantes de las cordilleras europeas: el oso pardo. La destrucción progresiva de su hábitat, y la caza masiva llevaron al oso pardo al borde de la extinción. Hoy día, gracias al esfuerzo conjunto de diferentes administraciones y asociaciones conservacionistas, la población osera se ha triplicado en los dos únicos reductos de esta especie que quedan en España: el de la Cordillera Cantábrica y el de los Pirineos.