Miquel Silvestre sigue atravesando el enorme y estepario país de Kazajistán, recorriendo una carretera estrecha y de superficie lamentable. Come en modestos restaurantes de la ruta donde le abordan los locales porque allí el exótico es él. Hace curiosas paradas en la ruta para explicar el funcionamiento del sistema comunista de las bancadas populares y por fin llega a una gran ciudad llamada Semey, y que guarda una terrible historia porque en ella se producían y probaban las bombas atómicas con que la URSS competía en la carrera armamentista con los Estados Unidos.