Saber mezclar edades y momentos vitales es clave en las relaciones intergeneracionales. Descubrimos dos historias en los que la diferencia de edad suma. Rosa, de 88 años, y Edith, de 35, se conocieron a través de un programa de convivencia de una ONG. La idea era que se ayudaran mutuamente: Rosa le cedía una habitación y Edith pagaba una cantidad simbólica mensual para contribuir a los gastos de la casa y se comprometía a pasar dos horas al día acompañando a Rosa en actividades cotidianas. Después de 6 años de convivencia se preparan para emprender una nueva etapa por separado sabiendo que mantendrán esta relación tan especial. El otro protagonista del programa se llama José Luis. Tiene 85 años y dedica buena parte de su tiempo a las RRSS y a enseñar a envejecer bien, buscando siempre seguir aportando a la familia y a la sociedad. Lleva 40 años trabajando para los mayores, desarrollando proyectos innovadores como el de los Voluntarios Culturales Mayores en museos.