Octubre de 1968. Toni Alcántara está a punto de convertirse en el primer universitario de la familia. Sus padres y su abuela están rebosantes de orgullo. Inés, la hermana mayor, está resentida; tuvo que dejar el colegio para ponerse trabajar y no ha tenido las oportunidades de su hermano. El pequeño Carlos tampoco comparte la euforia familiar. Mercedes, además, vive pendiente de la llegada de su primera lavadora automática,  aunque la abuela, eternamente opuesta a las innovaciones, insiste en que seguirá lavando a mano. Lo que debería haber sido un fin de semana de celebraciones familiares se convierte en una pesadilla cuando Carlos descubre el contenido de un paquete que su padre había traído a la casa y que contiene cientos de panfletos antifranquistas. En el clima de temor que se vivía en aquella época, los panfletos son una bomba de relojería de la que Antonio Alcántara no consigue desprenderse a pesar de sus cómicos esfuerzos a lo largo de tres días de creciente paranoia.