Fue en el frontón Euskal Jai de Biarritz donde los máximos dirigentes de los poli-milis, como se conocía en la época a los miembros de la organización, anunciaron que dejaban para siempre las armas. De este modo terminaba un largo proceso desde la escisión que en 1974 -tras el atentado en la Calle del Correo de Madrid- dividió a la organización terrorista vasca en ETA Militar y ETA Político-Militar.