Creadores y productores exigen más dinero público; exhibidores y distribuidores una ampliación del mercado y sobre todo la complicidad del sector empresarial y financiero. Lo cierto es que en España no existe una ley de mecenazgo suficientemente abierta y generosa que facilite la implicación de los empresarios en la vida cultural. Y es igualmente cierto que los presupuestos para la cultura no crecen al ritmo con que se desarrolla el sector.