Suplicar un favor es una de las finalidades históricas de una carta. Un motivo tan transcendente obliga a formulismos y muestras de sumisión y respeto porque el autor se juega que su petición llegue a buen fin. A menudo, la carta puede actuar como forma de terapia sobre todo en situaciones traumáticas. Dos ejemplos de principios del siglo XX conforman este capítulo: "Letras de súplica".