Madrid, febrero de 1940. Pepe acaba de morir de tuberculosis. Nunca llegó a salir de la cárcel. Y allí sigue todavía su hijo Antonio, esperando a ser ejecutado, casi sin esperanzas de un indulto, y sin poder recibir visitas de Andrea porque, según las leyes vigentes, ya no es su esposa. Por su parte, Fabián y Loreto están cada vez más separados. Loreto no perdona a su marido que dejase morir a Liberto (todo el mundo sigue creyéndole muerto), y ha llegado al punto de no poder soportar que la toque. A los problemas en casa, Fabián suma los de la fábrica: el contrato del Valle de los Caídos se hace esperar. Mientras Andrea trata de convencer a Rodrigo de que le consiga un permiso para visitar a Antonio, éste ve cómo se llevan a uno de sus compañeros de celda... al paredón.