Diez años después de la muerte de Celia, Lucía y Eduardo, su nuevo marido, pasean con su hijo Mateo hacia casa. Pero la realidad es que Lucía es muy infeliz y Eduardo ejerce de marido implacable y amargado. Antoñito comunica a Ramón, que está en la cárcel por el asesinato de Celia, que ha vendido la casa. Felipe no levanta cabeza desde la muerte de su mujer y Agustina, ahora su criada, intenta mantener el orden en la casa como puede. Por su parte, Lolita lleva su propio negocio: una mantequería. En el resto de la calle Acacias, Fabiana y Servando llevan ahora una pensión, el quiosco es de Marcelina y una nueva familia regenta el restaurante Nuevo Siglo XX donde antes estaba la Deliciosa. En casa de los Hidalgo ocurre algo muy extraño ¿Casilda es ahora la señora, Rosina es la sirvienta y Liberto es un carbonero? Parece que la familia quiere mantener una pantomima… Antoñito vende la casa Palacios. El barrio espera con expectación a los nuevos vecinos: se trata ni más ni menos que de Bell