Para los habitantes de Quintero y Puchuncaví, en Chile, la crisis medioambiental que sufre su país está lejos de ser una vaga amenaza o un motivo de debate político. La industria de la zona les ha llevado hasta la misma puerta de sus casas toda una legión de asesinos silenciosos: plomo, aluminio, arsénico… No se ven, pero ahí están, cobrándose un doloroso peaje en enfermedades, familias desbaratadas y gastos médicos en nombre de un supuesto desarrollo del que ellos no se beneficiarán.