A principios de los años 1990, cuando el sueño de muchos rusos era abandonar un país que pasaba por serias dificultades, John Kopiski, un exitoso hombre de negocios inglés, decidió recorrer el camino inverso y mudarse a Rusia para siempre. Lo suyo fue un flechazo: la gente, la cultura, la religiosidad... no hay nada de Rusia que no le guste y con lo que no se identifique. Ahora es propietario de una enorme granja y trata de transmitir a sus hijos sus valores y su lealtad a su patria adoptiva.