Las sanciones sobre países las establecen los políticos, pero siempre las acaban pagando los mismos: los ciudadanos. Las que impuso la UE a Rusia en el 2014 no fueron una excepción: la respuesta rusa bloqueando la entrada de varios productos europeos está causando graves pérdidas a numerosos agricultores del Viejo Continente, cuya única esperanza es que se restablezcan las buenas relaciones. Son las principales víctimas de un conflicto político que ni entienden ni comparten.