No hay mucha vida en el punto más septentrional del planeta. El Polo norte no es más que un vasto desierto helado con temperaturas críticas donde en raras ocasiones lo único que se puede ver es un solitario oso polar en la distancia. Pero un grupo de investigadores rusos, a bordo del buque Akadémik Trióshnikov, se adentra en estas extremas latitudes para establecer una estación meteorológica en el hielo a la deriva con el objetivo de estudiar el acelerado derretimiento de los hielos polares.