La avaricia no entiende de zonas naturales protegidas, algo que saben muy bien los indígenas de la isla filipina de Palawan, un enclave cubierto de bosques primarios de extraordinaria belleza cuya riqueza en minerales como níquel u oro puede fácilmente convertirse en la fatalidad que justifique su destrucción. Sus habitantes, sin embargo, y pese a los peligros a veces mortales que entraña oponerse a corporaciones y gobiernos locales, no están dispuestos a entregar sus tierras sin luchar.