Toda una región de Myanmar cerrada a los periodistas y una gira de prensa planeada al milímetro: da la impresión de que el Gobierno de la antigua Birmania tiene mucho que ocultar sobre la huida de cientos de miles de musulmanes rohinyás a la vecina Bangladés. Si atendemos a lo que los propios refugiados cuentan, no extraña tanto secretismo: las atroces circunstancias en las que viven en los campos de refugiados palidecen ante las que tuvieron que sufrir en su propia tierra a manos del Ejército.