Zhang Qinbiao es una adolescente activa, alegre y vivaracha como muchas otras de cualquier parte del mundo. Puede que más que otras. Solo una pequeña diferencia la distingue del resto: la pasmosa soltura con la que maneja espadas, puñales, ‘nunchakus’ y vaya usted a saber cuántas armas mortíferas más. De la mano de Zhang nos metemos en una de las aproximadamente cien escuelas shaolín para averiguar cómo una milenaria tradición de artes marciales se encarna en jóvenes muy del siglo XXI.