Esta vez la decisión de Be de cortar relaciones con su familia parece definitiva. Ni las súplicas de Ángel, sinceramente dolido, logran disuadirla de su única idea: hacer todo lo posible para que su madre y su hermano paguen con la cárcel. Alicia, marrullera como siempre, tiene que echar mano de todo su arsenal de artimañas para calmar momentáneamente a su hija.