Tras conocer la propuesta de Alatriste, el padre Ferrán se compromete a brindarle su ayuda a cambio de que el capitán robe un importante cargamento de comida para repartirlo entre los pobres. A pesar de ser azote de hipócritas y nobles disolutos y defensor del pueblo hambriento, el franciscano sostiene que la herejía tiene que cortarse de raíz.