Durante décadas, Suiza ha sido el paradigma de la fiscalidad tolerante y de la opacidad bancaria, dos singularidades económicas que el país helvético ha sabido convertir en un boyante negocio: nada menos que 312 bancos, que dan trabajo a 29.000 empleados y que proporcionan a este pequeño y próspero Estado más del 10% de su Producto Interior Bruto.