La productividad de los cultivos depende de la disponibilidad de nitrógeno, por ello la mayoría requiere de fertilizantes cuyo uso intensivo, además de caro, acarrea grandes problemas ambientales. Mediante técnicas de ingeniería genética un equipo de investigadores aspira a que sean las propias plantas las que puedan captar el nitrógeno que necesitan de la atmósfera, algo que, de momento, sólo hacen las bacterias. Nos lo cuenta Luis Rubio investigador del CBGP