Nunca pudieron imaginar los hispanoromanos residentes en la actual Extremadura que una religión marginal que comenzó entre un pequeño grupo de judíos a miles de kilómetros de distancia iba a germinar entre ellos con una fuerza que haría tambalear los cimientos del imperio. El cristianismo y el culto a sus mártires impondrán un cambio en las estructuras urbanísticas y sociales de las grandes ciudades romanas.