Olisqueando el recuerdo de los castaños llega El Lince con Botas a Gata, en busca del hacedor de un mueble histórico cuya finalidad es, ni más ni menos, que servir de asiento a una sola persona. Como una luz oscura que a cada momento puede extinguirse y brilla mientras tanto, el artesano nos deslumbra. Las virutas y el serrín vuelan por los aires del taller intemporal de sillas de enea.