Las fábricas son relojes de grandes tiempos, relojes de arena en el desierto. Los talleres de los artesanos, sin embargo, navegan sobre abundancia de tiempo, no quiebran por las deshoras. A menudo se suplica del hacedor de bienes a mano que se ponga al tajo para rememorar su oficio paciente en riesgo, y el hombre o la mujer se ponen en faena con el anhelo de enseñar, con generosidad, como si fueran a camb iar de destino. Hay que acercarse a Gargüera de la Vera para encontrar a uno de los últimos hacedores de tamboriles y flautas para asentir a cada uno de sus gestos sañudos mientras da forma al tambor. Su trabajo es un sendero abierto.