Con la llegada de la II República, la maquinaria de un Estado redentorista y curado de espantos contra lo que Machado llamó la España que ora y bosteza, ideó las misiones pedagógicas, con el también machadiano propósito de que el vacuao ayer diera un mañana huero. Con el espíritu evangelizador que proponía desde su propia denominación, si bien lo seglar y lo educativo, comenzaban los años 30 diseminando una semilla que estaría flotando cuatro años en el viento. Comenzó así, una cronología que llevaría a las Misiones Pedagógicas a recorrer, como un soplo de colores, algunas de las comarcas de Extremadura. En la primavera del año 32 se asomarían a los aledaños de la capital y la sierra de San Pedro.