José María Benítez y otros amigos, compañeros y fotógrafos, consiguieron permiso de un propietario para instalar un aguardo en plena dehesa de Cornalvo, destinado a disfrutar de retratar pájaros, como de un primer café antes de la jornada y de unas cervezas al terminarla. Porque no solo de pan vive el ser humano y menos los pajareros, a quienes el tiempo ha negado la definición del diccionario. Ya no remite el término al oficio de las personas que se dedican a cazar, criar o vender pájaros, sino más bien a quienes les protegen, adoran y disfrutan contemplándolos. Y a ser posible, haciéndoles fotografías.