A finales del siglo XVI su función de desagüe se precipita al olvido en beneficio de su valor ornamental: las gárgolas se convierten en mudas quimeras sin más utilidad que la decoración. Pero durante siglos estas esculturas, ninguna igual a la otra, que han sobrevivido a la erosión del tiempo y los cambios de costumbres, expresaban un lenguaje capaz de señalar a los creyentes los peligros de la transgresión voluntaria y con conocimiento de los preceptos morales o religiosos. Al sur y al norte de Extremadura puede encontrarse algún ejemplo de atrevidas gárgolas moralizantes, pero entre todas destaca el contundente espectáculo alegórico concentrado en el perímetro de la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, en Montehermoso.