Un diminuto caserío en la mismísima Raya extremeña. Hace un largo tiempo (del que no hay certezas), unas gentes se establecieron en el confín de este valle ubérrimo, al pie de una sierra húmeda y fría. Y durante décadas, cuando no siglos, prosperaron sigilosamente alrededor de una frontera inexacta e invisible, sin un sentido claro de pertenecer a un país u otro, pero aprovechando como al descuido el beneficio de la duda. Cuando hubo que poner nombre al lugar, se aprovechó su principal peculiaridad: ese dudar entre una hacienda u otra, entre un país u otro.