Un camposanto sin paredes, una rara selva de tumbas en piedra, un cementerio que nadie o muy pocos visitan, en un paraje cercano a la ciudad de Plasencia. Muchos de entre los primeros colonos de la ciudad medieval reposaban aquí, hasta que su creencia cayó en desgracia y con ella llegó el principio del fin de la que fuera una de las principales aljamas al extremo del Duero. Una corriente de tiempo y delirios ha traído este cementerio, el único conservado en Extremadura, hasta el siglo XXI en un estado en el que es complicado expresar cualquier sentimiento delicado.