Después del perro, quizás fue la cabra el primer animal domesticado. En nuestra zona del mundo, antes de la llegada de los romanos, fue el animal sagrado asociado a Ataecina, una de las deidades ibéricas más importantes, diosa de la primavera, el renacer, la fertilidad, la luna y la curación... Pero nada queda ya de los dioses paganos, y las cabras, como otros tantos compañeros de viaje, se han convertido en mercancía de no mucho precio, en número administrativo, en puro objeto. Al menos, para quienes no conviven con ellas. Un hombre y una mujer, en representación de otros hombres y mujeres como ellos, pueden aclararnos por qué por nada del mundo se desharían de ellas, como tampoco lo harían de las reliquias familiares. En un mundo abonado a las pequeñas y grandes catástrofes, la cuchilla pende cada día sobre hombres y ganados.