Cuando hace décadas más de medio centenar de artesanos de la cestería se distribuían por calles y esquinas de Baños de Montemayor, ninguno de ellos aspiraba a estar presente a diario en la promoción del turismo de la ilustre villa termal, por otro lado acostumbrada ya desde época romana a tratar la salud de los visitantes. El trabajo del cestero se ha convertido en pasto de una pedagogía de valores que, al mismo tiempo, considera puramente ornamental el fruto de su dedicación. Daniel González permanece en su descreída sobriedad, siempre amable y fotogénico, enseñando al que no sabe, por si alguien aprende y le sobrevive.