Hospitales, clínicas, salas de espera, guardias, atención en consultorios, exámenes médicos, chequeos de rutina: hoy nos resultan cotidianos, pero eran una absoluta rareza en tiempos coloniales. Los hombres y las mujeres de aquellos tiempos recurrían a curanderos, boticarios, barberos, y a la caridad de las órdenes religiosas. Recién con la llegada de instituciones médicas como el Protomedicato, el Tribunal de Medicina y los primeros hospitales, enfermos y sanos corrieron mejor suerte.